lunes, 1 de diciembre de 2014


                                   LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA 

Es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de modo que, tras un periodo de tiempo calculado de ante mano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño de dicho producto o servicio, no funcional, inútil o inservible. 
Se considera que el origen se remonta a 1932, cuando Bernard London proponía terminar con la gran depresión lucrándose a costa de la sociedad a través de la obsolescencia planificada y obligada por ley( aunque nunca se llevase a cabo). Sin embargo, el termino fue popularizado por primera vez en 1954 por el diseñador industrial estadounidense Brooks Stevens. Tenía previsto dar una charla en una conferencia de publicidad en Minneapolis en 1954.  Sin pensarlo mucho, utilizó el término como título para su charla.


 Desechos y contaminación: 

El objetivo de la obsolescencia programada es el lucro económico. Por ello otros objetivos como la conservación del medio ambiente pasan a un segundo plano de prioridades.

La falta de una gestión adecuada de los productos manufacturados que se vuelven obsoletos constituyen un foco de contaminación. Es una consecuencia del sistema de producción y económico contemporáneo, que promueve el consumo creciente. Por ello, la sostenibilidad de este modelo a largo plazo es discutida.

Además, países del tercer mundo están siendo usados como vertederos de todos estos productos inservibles; lo que está generando una considerable contaminación y destrucción del paisaje en dichos paises.


Obsolescencia programada y producción:

La etapa inicial de la obsolescencia programada se desarrollo entre 1920 y 1930, cuando la producción en masa empieza a forjar un nuevo modelo de mercado en el cual el análisis detallado de cada sector deviene en factor fundamental para lograr buen éxito.

La elección de fabricar productos que se vuelvan obsoletos de manera premeditada puede influir enormemente en la decisión de ciertas empresas acerca de su arquitectura interna de producción. 

Así la compañía ha de ponderar si utilizar componentes tecnológicos más baratos satisface o no la proyección de vida útil que estén interesados en dotar a sus productos. Estas decisiones forman parte de una disciplina conocida como ingeniería del valor.